Guatemala es un país que se convulsiona constantemente. Si bien es un territorio lleno de belleza y recursos naturales, la cotidianidad se ve afectada por ciertos males sociales que no le dan tregua. Por más de 36 años, el país se vio envuelto en un conflicto armado, injusticias y despojos, abusos y corrupción; ha vivido genocidios contra sus pueblos indígenas, y sus gobernantes, pareciera que están cortados todos con la misma tijera. A pesar de los juicios y sentencias, la impunidad es letra de cambio. A la gente en el poder le gusta “salirse con la suya”. Pero como dicen las abuelas, “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo aguante”.
La obra de Regina José Galindo pone el dedo en la llaga, constantemente señala y devela esos comportamientos insanos e inaceptables, con una sutileza extrema, casi poética, es capaz de hacer comentarios que, feroces, denuncian las peores atrocidades, con un parpadeo, con su presencia y su silencio, con su cuerpo, hace señalamientos extremos. A veces las palabras no son suficientes para externar un sentir, para decir y expresar lo que duele, a veces simplemente no existe la manera de narrar lo que pasó, y a través del performance, esta artista lo resume, lo traduce todo y genera imágenes tan concretas que son como poesía. Huellas imborrables, cicatrices que nos recuerda que la violencia estuvo presente, archivos que resisten a silenciarse por la fuerza de la borradura institucional o estatal.
“Desnuda me dejaron”, las palabras de una mujer maya que fue abusada, el testimonio cuando fue víctima de ese sistema corrupto, de la indolencia del entorno y el silencio cómplice de la ley. Escenario feminicida, cuya brutalidad ha sido normalizada y que Regina José Galindo busca hacer visible. Al llevar a su cuerpo la vivencia, al encarnar la imagen, nos lleva a pensar en el horror del abuso y nos deja con una terrible carga de impotencia. Acompañar al ausente, ser eco mediante la propia carne, es un acto de ternura rabiosa incuestionable. La realidad duele, y estas obras son un simple recordatorio de lo urgente que es hacer del respeto y la equidad, las letras de cambio con las que debiéramos vivir en sociedad.
Pancho López, curador
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