Carlos Aguirre
Gabriela Gutiérrez Ovalle
Luis Felipe Ortega
Guillermo Santamarina
“(…) Desde que el mundo adscribió a una totalidad, poco a poco la pasión por descubrir dio paso a otra exigencia, que es precisamente la de dicha totalidad: es decir que las sensibilidades del mundo se mostraron cada vez más coriáceas en lo que atañe a la consideración del menor componente, sosteniendo que éste es tan indispensable para el equilibrio del todo como lo son los elementos más potentes que en ella se podrían diferenciar. Ya no vemos el mundo de manera sintética y descriptiva. Por ejemplo, cinco continentes, cuatro razas, varias grandes civilizaciones, varios periplos de descubrimientos y de conquistas, una progresión regular del conocimiento, un porvenir casi previsible. Entramos en detalles infinitos, y en primer lugar nos percatamos de la complejidad en todas partes, complejidad que –para nosotros– es indesligable. No sólo hay cinco continentes; están los archipiélagos y una infinidad de mares, evidentes y ocultos, los más secretos de los cuales ya comienzan a conmovernos. No sólo hay cuatro razas, sino asombrosos encuentros que se despliegan holgadamente. No sólo hay grandes civilizaciones: la propia medida de lo que se llama civilización cede más bien ante el entrelazamiento de las culturas de las humanidades, cada vez más cercanas e imbricadas unas con otras. Los detalles engendran totalidad por todas partes. Al conjunto de estos elementos inextricables e inesperados lo he denominado: Todo-mundo. En esa perspectiva, la relación entre el descubrimiento y la conquista deja de ser evidente, así también como la pertinencia de las conquistas; y sólo las colectividades –aún insertas en las sendas de un pasado que no pueden superar, tal vez a causa de su impresionante carga que les impide moverse junto con el mundo tanto como fuese necesario– siguen creyendo en la connivencia de la conquista y del descubrimiento. La dimensión del mundo-totalidad hace caducar al apetito de la dominación y, si no se da en los hechos, al menos se da en la valoración que de él deriva: la potencia de las naciones ya no es su grandeza. La grandeza nace de la intuición colectiva que tenemos del mundo.”
Pensamientos del Archipiélago
Édouard Glissant
“(…) Since the world ascribed itself to a totality, little by little the passion for discovery gave way to another demand, which is precisely that of said totality: that is, the sensibilities of the world showed themselves increasingly leathery in what it concerns the consideration of the smallest component, maintaining that it is as indispensable for the balance of the whole as are the more powerful elements that could be differentiated in it. We no longer see the world in a synthetic and descriptive way. For example, five continents, four races, several great civilizations, several journeys of discovery and conquest, a regular progression of knowledge, an almost predictable future. We go into infinite details, and first of all we realize the complexity everywhere, complexity that –for us– is inseparable. There are not only five continents; there are archipelagos and an infinite number of seas, evident and hidden, the most secret of which are already beginning to move us. There are not only four races, but amazing encounters that unfold freely. There are not only great civilizations: the very measure of what is called civilization gives way rather to the interweaving of the cultures of the humanities, increasingly closer and intertwined with each other. Details engender wholeness everywhere. I have called the set of these inextricable and unexpected elements: Whole-world. In this perspective, the relationship between discovery and conquest ceases to be evident, as well as the relevance of the conquests; and only collectivities –still inserted in the paths of a past that they cannot overcome, perhaps because of their impressive burden that prevents them from moving together with the world as much as necessary– continue to believe in the collusion of conquest and discovery. The dimension of the world-totality makes the appetite for domination expire and, if it does not occur in the facts, at least it occurs in the assessment that derives from it: the power of nations is no longer their greatness. Greatness is born from the collective intuition we have of the world.”
Thoughts of the Archipelago
Édouard Glissant