María Sosa: Dí tu nombre tres veces
María Sosa
El trabajo de la artista María Sosa (Michoacán, 1985) se nutre de los procesos surgidos por la colonización de Abya Yala –hoy América Latina–, a partir de archivos, códices o historias orales, y también de otros estudios sociales de la historia, como la antropología. La artista se centra en la contemporaneidad de los saberes y culturas mesoamericanas que han sobrevivido a los epistemicidios coloniales, al racismo, sexismo y opresiones subyacentes. Su trabajo parte de la exploración y apuesta por técnicas tanto artesanales, como por la recuperación de conocimientos en objetos rituales prehispánicos y contemporáneos. En los últimos años, Sosa se ha interesado en la forma en la que las culturas mesoamericanas entendían el cuerpo como contenedor de conocimiento, como transmisor de relaciones con el mundo, y en cómo afectó la irrupción colonial a la comprensión de la muerte, bajo una fenomenología de renovación y reintegración ritual.
Di tu nombre tres veces es un ejercicio de restitución. El proyecto se presenta como un jardín desde donde trazar una línea temporal –no cronológica, ni lineal– entre las culturas ancestrales y su vigencia actual. Un espacio donde lo humano y no humano está interrelacionado, en búsqueda de un duelo que nos haga entender la muerte en positivo, donde se pone en evidencia cómo, en la actual hegemonía occidental, la muerte ha perdido su sentido y la vida no tiene ni valor ni profundidad. Este jardín pretende erradicar el influjo negativo del espíritu colonial que entra en forma de textil volador, como virus, presentando un espacio de resistencia a través de la coexistencia. Pues aún existen formas de volver a la tierra desde la ritualidad: en la cerámica mortuoria. Lo latente y lo cíclico toman forma de negociación, para que siga y se regenere lo que ya existió.
Enmarcado el jardín por arcos de serpientes de doble cabeza, donde a las vasijas mortuorias les crecen plantas curativas, donde coexisten diversos planos del mundo ancestral interconectado, como espacios liminales a través de las Si’pirakas o escaleras cósmicas, este jardín es vigilado y acompañado por deidades-madre ubicadas en los muros que, como guardianas, acompañan el legado ancestral entre la vida y la muerte –Chihuateeto, Chalchihuitlicue, etc–. La ritualidad toma forma de espiral, suma capas temporales sincréticas traídas desde el pasado para constituir el presente.
En definitiva, este proyecto es una manera de sanar la herida colonial partiendo de dolencias personales e íntimas. La frase que da título a la muestra es la acción que la abuela de Sosa les enseñaba a sus hermanas y a ella cuando iban al campo, para asegurarse de hacer volver la parte invisible de ellas que llamaba alma. Un acto o pequeño ritual que años más tarde ella descubre en otras culturas contemporáneas indígenas mexicanas, que la conservan como acto o modo de invocación para la sanación propia. Del mismo modo que en Sanar tus palabras, Sanar tu energía y Sanar tu muerte, es una declaración de intenciones en relación a los saberes perdidos y a las relaciones interpersonales de violencia que la colonialidad impuso en el cuerpo individual y en la sociedad, invocando con voluntad al cuidado, para la salubre recuperación de estas relaciones.
Agustín Pérez Rubio
Dirección
