La relación entre el cuerpo y el entorno es fundamental en nuestra vida diaria, utilizamos nuestro cuerpo como medida para entender el mundo y viceversa. Como los derviches que giran para desarrollar su espíritu, nos movemos en relación con otras masas y creamos sonidos que nos ayudan a medir el tiempo. Esta exploración nos sumerge en lo que significa habitar un espacio, desde lo micro hasta lo macro, centrando en la escala humana. Al habitar un espacio, nos convertimos en parte de su escenografía, y nuestras acciones físicas tienen implicaciones en otros entornos y cuerpos. Esta fusión entre cuerpo y paisaje abre la posibilidad de un diálogo transformador, donde la empatía y la comprensión pueden redefinir nuestra relación con el entorno y con nosotros mismos.