Modernidad: ars y tèchne


Sala 1
La Modernidad trazó el contrapunto positivo del progreso. A partir de la primera Revolución Industrial (c. 1770–1830), con la máquina de vapor hubo reformas en los sectores textil, agrícola y ferroviario, a las que siguieron el desarrollo de la electrificación y de la industria química, hasta las tecnologías de la comunicación. La tecnología forjó un nuevo orden civilizatorio. Con el final de la hegemonía absolutista, las últimas décadas del siglo XIX inauguraron un avance sin precedentes que se reflejó en la economía y en el mundo científico y social. En varios ámbitos se desarrollaron nuevos conocimientos que potenciaron la eficiencia productiva, lo que incrementó la disponibilidad de bienes y servicios.
Con la agilización de los procesos se difundieron tecnologías innovadoras. Cada uno de los objetos en esta sala es testigo de un desarrollo constante y que lo hace cada vez más accesible. Fonógrafos, gramófonos, radiolas, cajas de música, organillos y rollos de papel documentan las etapas en la grabación y reproducción del sonido. Los discos de metal dan cuenta de los antecedentes de las tarjetas perforadas que, a partir de la segunda mitad del siglo XX, serían fundamentales para ingresar información e instrucciones en una computadora. La invención del telégrafo permitió la transmisión a larga distancia de datos mediante el uso de códigos. Con el teléfono y su sistema de transferencia de datos vocales, la comunicación se agilizó ulteriormente. Su prodigiosa evolución se aprecia con el prototipo de Alexander Graham Bell, así como en diferentes modelos de aparatos fijos, hasta llegar a la eliminación del cable con el teléfono móvil.
En el ámbito de los avances químicos, emblemático fue el origen de la fotografía, con la que se pudo fijar la imagen de la cámara oscura. Visores y aparatos estereoscópicos dan cuenta de la visualización tridimensional. En la Francia de fines del siglo XIX y principios del XX, la Belle Époque estuvo marcada por retos y cambios que se vieron reflejados también en la moda, al tiempo que en la plástica se exploraron nuevos estilos y se pintó la joie de vivre de la sociedad finisecular, que pronto llegó al resto del mundo.
Para el “poeta maldito” Charles Baudelaire, la Modernidad es lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente, la mitad del arte, cuya otra mitad es lo eterno y lo inmutable.
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