ETIQUETA NEGRA
Blanco y negro: quizá uno de los binarios más antiguos de la humanidad.
Necesitamos esa estructura —la oscuridad y la luz— para imaginar el mundo. Pero hoy, en una época donde todo está expuesto, el negro ya no es lo opuesto del blanco: es su saturación, su colapso.
Desde el inicio, la noche cargó con lo engañoso, lo peligroso, lo traicionero.
En un paseo por trajinera escuché el mito del guerrero solar que mata a su hermana lunar por planear un matricidio, una historia contada y recontada hasta volverse traducción alemana, invención académica, mito desdoblado. Como casi todo lo humano: una repetición de la estructura bien-mal, luz-oscuridad, uno y su contrario.
El negro atraviesa culturas, siglos, religiones, pantallas.
Es el abismo, el misterio, el mal, lo indescifrable. Lucifer, los íncubos, las brujas, la misa negra, la peste negra.
Después, los cuerpos: los bárbaros, los esclavizados, los condenados por la pigmentación. Kristallnacht, Martes Negro, Septiembre Negro, los Black Sites de Guantánamo.
Lo oscuro siempre fue lo otro, lo que debía ser nombrado para ser temido.
Pero hoy, lo negro es saturación semiótica.
Little Black Dress, Black Parade, Black Flag, Black Label, Black Metal, Back to Black, Black Air Force Ones, Black Eyed Peas, Black Sabbath, Black Thought, Paint it Black, Back in Black, La Puerta Negra, Piel Canela, Ojos Negros, Perlas Negras con Red Bull.
Todo lo negro ahora brilla. Se vende. Se consume. Se recicla en playlists y hashtags.
Me visto de negro, no por duelo ni identidad, sino por fatiga.
La oveja negra en un rebaño exhausto.
El negro ya no significa maldad, sino cansancio del signo, del brillo, del ruido.
Entro en su inframundo simbólico —un abismo de petróleo— y veo todo lo que ha cabido dentro: un caníbal con un hueso atravesado en la nariz, un moreno de barrio con una camiseta de Rammstein, una bruja culpable de un maleficio. Veo el mal y lo que da miedo; veo también deseo, posibilidad, una chispa mínima.
En el fondo, pintar todo de negro no es renunciar a la luz.
Es devolverle al ojo la capacidad de ver.
Es un acto de silencio en un mundo saturado de significado.
- Luis Alonso Sánchez