Alejandra Venegas – Albor Tzompol

Por Vera Castillo

Luego de permanecer oculta durante la noche, la luz cae apacible sobre las plantas y los árboles que habitan en el cerro del Tzompol, ubicado en la zona cerril de Xochimilco en la Ciudad de México. Los primeros destellos cerúleos traen consigo una imagen sonora: acontece el coro del alba, ese que ocurre cuando las aves cantan alardeando la llegada del amanecer. Despunta el albor que deja ver una imagen repleta de especies vegetales y animales. Cerca de las faldas de este cerro, la artista mexicana Alejandra Venegas trabaja en su casa-taller. Esta exposición, titulada Albor Tzompol, reúne obras de la producción plástica más reciente de la artista que se relaciona con el alba, con un nuevo comienzo, dejando ver en su obra una correspondencia entre elementos de la naturaleza, el paisaje, la concepción cíclica y rítmica del tiempo, en sintonía con una exploración material y visual sobre el color.

El paisajista y escritor Gilles Clement denominó el jardín como un espacio cercado destinado a la protección de las hortalizas, frutas, flores y animales que convergen en él. El corpus temático de los relieves, las pinturas y los dibujos de Venegas inicia en su jardín ubicado al centro de su casa, un huerto que es hogar de especies vegetales y animales, chapulines y mariposas que habitan temporalmente este espacio. En él, la artista cultiva hierbas de olor, flores y una chayotera que se ha extendido a lo largo y ancho del espacio exterior en el que diariamente trabaja los relieves de madera. Este jardín es un pequeño ecosistema que brinda a la artista un espacio de trabajo, pero también de observación de varios procesos cíclicos de la naturaleza: la llegada de las lluvias, el brote de las plantas y la llegada de una variedad de insectos que se alimentan de ellas. Precisamente este universo visual aparece en los relieves, pinturas y dibujos realizados por la artista: zarcillos rizados de una chayotera, líneas marcadas por el abdomen de los chapulines y hojas horadadas por las crestas de los insectos.

Las esculturas y los relieves tallados por Alejandra Venegas en diferentes tipos de madera tienen una conexión muy directa con la materialidad. La madera suele cobrar protagonismo en la talla por su dureza, porosidad y tonalidad, de ahí que Venegas elija una paleta de color en función del tipo de material (gouache y óleo) y teniendo en cuenta que la superficie orgánica de la madera absorbe más los pigmentos que un lienzo de tela utilizado como soporte para la pintura. El uso de ciertos tipos de pintura y la elección de los colores son una parte importante de su proceso creativo, pues aunque pareciera que se trata de una decisión intuitiva y personal, la artista plasma, con naturalidad, un tratado sobre el color. Por ejemplo, el relieve titulado “Albor Tzompol” (2025) evoca una parvada descendiendo del cielo representado por grandes volutas de aire. Esta pieza, pintada con óleo de color negro, deja ver la exploración de Venegas en torno al monocromo, al tiempo que hace referencia a la madrugada en el preciso momento que comienza a clarificarse el cielo.

En la escultura titulada “Chayote” (2025), Venegas representa en bajorelieve los tallos de una chayotera tallando surcos que posteriormente pinta con gouache en tonalidades verdi-azulado, dejando una buena parte de la superficie con el color natural de la madera. Este recurso, nada ajeno para la artista, ha sido utilizado a lo largo de la historia de la talla en madera y se puede identificar tanto en relieves como en esculturas del periodo virreinal en México. Asimismo, la exhibición cuenta con relieves en los que se hace evidente una propuesta de paisaje vista en el cuerpo de los animales invertebrados. Tal es el caso de “Cerros” (2025), una obra que pone en evidencia la relación entre la morfología de los saltamontes -el tórax- y la topografía de un terreno serrano. El cuerpo de estos insectos, como si se apreciara desde la perspectiva de una lente macro en el lenguaje fotográfico, puede revelar un paisaje vibrante en rojo carmín, azul intenso y naranja. En la obra “En el cerro de los chapulines” (2025), Venegas hace el mismo ejercicio mostrando la constitución de las patas posteriores de un saltamontes, exactamente donde ocurre el doblez entre el fémur y la tibia, para sugerir un paisaje montañoso.

Los insectos cobran protagonismo en el eje temático del trabajo de Alejandra Venegas por ser habitantes de su huerto. Aparecen apilados en piezas como “Clorofila” (2025), un relieve que muestra cinco chapulines puestos uno sobre otro en una composición vertical que sigue la forma de la madera. Así deja en claro que el jardín no solo cumple una función alimentaria para la humanidad, sino también para otros animales.

Todo relieve tallado a mano conlleva una variedad de elementos: implica una sonoridad y un ritmo que marca el golpeteo de la gubia contra la madera. Por supuesto, este ejercicio también involucra al cuerpo y sus sentidos, tanto los internos (dados por la propiocepcion) como los externos (el tacto, la vista, el oido e incluso el olfato). El cuerpo de la artista que convierte en un receptáculo de movimiento y ritmo, que se funde con la técnica y los materiales.

En esta exposición, Venegas también presenta esculturas que figuran tepozanes, una especie de árbol endémico de México, y árboles de jacaranda, una especie introducida en la Ciudad de México a inicios del siglo XX. Las milpas son otro elemento temático recurrente en las esculturas, relieves y pinturas de Alejandra Venegas. Y nuevamente estas obras remiten al huerto como un espacio de trabajo, más allá de un lugar para el descanso y la contemplación.

Albor Tzompol también presenta la última producción pictórica de Alejandra Venegas, obras que muestran el entorno más inmediato, así como su habilidad con el tratamiento del color. Trabajadas con óleo, las obras muestran pinceladas largas y anchas que brindan textura y el uso de una paleta clara con tonalidades brillantes que recuerda a evoca a los paisajes boscosos de Ernst Ludwig Kirchner, o al paisaje de Kragerø de Edvard Munch. Recurriendo a los elementos naturales que circundan su cotidianidad, Venegas acerca al espectador a un imaginario rico en variedad de colores donde además explora las posibilidades expresivas de la pintura. Se observan las milpas, el maíz y la vegetación que circunda los cultivos, aparece nuevamente la chayotera con sus frutos y un entramado de especies vegetales que acercan al espectador al imaginario rico en variedad de colores, de la artista.

El proceso creativo de Alejandra Venegas para entrelazar pintura y escultura parte de la contemplación atenta de los elementos que conforman su jardín. A esta mirada inicial se suma la caminata por senderos cercanos, el registro fotográfico y, en ocasiones, la impresión de una o varias de las fotografías que toma. Después llega el trazo, base sólida del dibujo, que se despliega sobre distintos soportes: el lienzo de tela o la madera. Cada soporte marca una frontera sutil entre disciplinas y, con ella, define las herramientas: el pincel para la tela, la gubia para la madera. En el lienzo, la huella es una pincelada; en la madera, una incisión tallada. Albor Tzompol revela este tránsito entre técnicas, mostrando cómo Venegas concibe el jardín, cómo explora su entorno y cómo recurre a recursos diversos para, indistintamente, esculpir y pintar.

Disponible 
septiembre 4, 2025 ,16:00
- octubre 18, 2025 ,18:00
Lamartine 415, Polanco, Polanco V Secc, Miguel Hidalgo, 11560 Ciudad de México, CDMX

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