El artista y coleccionista estadounidense Robert Brady nació en Ford Dodge, Iowa en 1928. Heredero de una compañía de transportes, abandonó las preconcepciones de su padre y se lanzó al mundo del arte desde muy pequeño. Fascinado por diversos objetos y con una curiosidad vertiginosa comenzó a coleccionar desde los 16 años.
En la década de los cuarenta inició en Chicago sus estudios profesionales alrededor del arte, continuó en Filadelfia y finalmente en Pensilvania dentro del Instituto Barnes. Este último lo marcó significativamente puesto que lo influenció tanto en el tipo de arte y objetos que coleccionaría, como en su forma de mostrar, disponer y conversar con ellos.
Brady era un viajero, año con año y hasta el final de su vida dedicó largos periodos de tiempo a visitar todo tipo de lugares. Encontró un diálogo con las regiones que recorría a partir de los objetos que provenían de ellas. Al finalizar sus estudios formales hizo un viaje por Europa y finalmente se estableció durante seis años en Venecia.
Fue en una de sus visitas a México a finales de los cincuenta que Brady conoció Cuernavaca y el espacio que se convertiría en su hogar; la Casa de La Torre. La historia de este edificio que hoy resguarda su colección comienza en el siglo XVI. Localizado en el corazón de la ciudad, originalmente formó parte de la Catedral de Cuernavaca. Se remodeló como observatorio astronómico a principios del siglo XIX y después de la revolución fue expropiado junto con otros anexos de la construcción y vendido hasta llegar a manos de Robert Brady en 1961.
A partir de ese momento, dedicó alrededor de veinte años a remodelarlo respetando la arquitectura original y convirtiéndolo en el refugio de las más de 1400 piezas que hoy conforman su colección.
La forma de coleccionar de Brady reflejaba tanto su personalidad como la necesidad de descubrir cada vez más visiones del mundo. En su colección encontramos piezas de diferentes culturas, épocas y estilos pasando por máscaras africanas, figuras huicholas, textiles navajos, muebles orientales así como pinturas de artistas del siglo XX. Todas unidas por el ojo de Brady, colocadas cuidadosamente en su sitio para generar una narrativa específica, dinámica y estética unida al edificio, construida desde el juego y la intuición.
Así, cada rincón de la casa cuenta una historia que parte de múltiples miradas contenidas en todo tipo de imágenes y objetos. Están enmarcadas por una construcción donde el color, las texturas y el diseño generan un ambiente que determina el relato.
Su casa recibió a una gran cantidad de personalidades que serían fundamentales para su vida como la gran coleccionista Peggy Guggenheim con quien mantuvo una amistad muy estrecha. La bailarina Josephien Baker, a quien le dedicó una de las habitaciones de la casa, solía visitarlo constantemente. También fue importante la presencia del premio Nobel de literatura Octavio Paz, la diva de Hollywood Rita Hayworth, el compositor y artista John Cage entre muchos otros personajes que fueron sus huéspedes. Se celebraron grandes fiestas en el jardín donde cada detalle era considerado para acoger a sus invitados haciendo de su casa un portal que se activaba con la interacción de sus elementos crean- do un espacio ecléctico donde convergían diversas parte del mundo.
Como artista, Brady produjo un gran número de retratos y principalmente tapices hechos en colaboración con el taller de la familia Rosales del Estado de México con quienes trabajó por más de una década. Con su incipiente español y la ayuda de su asistente y traductora Concepción Gómez, crearon las piezas textiles que hoy forman parte de diversas colecciones.