Tomo lo que encuentro

Tobías Dirty
Tomo lo que encuentro
Abril 11 – Junio 8, 2024

El avión ya despegó — y todo comienza con el viaje. Ese desplazamiento significativo que llama a la
re-construcción en distintas formas y magnitudes: ¿Quién seré en este nuevo lugar? ¿Cómo será mi
espacio? ¿Qué harán los demás de mí?

A su llegada a una ciudad extranjera, Tobías persigue encuentros más o menos perdurables y
procede a tomar lo que encuentra. Uno podría hablar de exotización, pero si le removemos el
desbalance de poder de la mirada colonizante, ¿qué es lo que queda? La fantasía pura, la romantización
que — como todos sabemos — dice mas sobre las patologías y las figuraciones de verdad del que exotiza
que sobre su objeto de deseo. ¿Y qué pasa si los objetos de deseo son baratijas? Precisamente esas que
se ofrecen para la mirada ávida, para el engolosinamiento de los ojos de los turistas, las que nacen para
su voraz consumo. El deseo de Tobías se posa sobre estos triques que son tan industrialmente
reproducidos, tan fácilmente descartables que apenas y pueden aferrarse a las referencias y los
contextos que les dieron origen — no importa si son jarritos de barro, cucharas torcidas, frutas de
plástico hechas en China, o los rompecabezas de la historia del arte.

Estos objetos-encuentros sostienen su mirada amorosa, su curiosidad genuina, y se vuelven parte de
un proceso crucial: la negociación estética y material de re-crear su lenguaje visual para y desde, un
milieu completamente nuevo. Y entonces la negociación comienza con unas cucharadas de lo que ya
conoce: un poco de la tradición pictórica argentina, un poquito de kitsch latinoamericano, algunos
elementos autobiográficos y mucho de experiencia — el carácter fenomenológico de encontrarse a uno
mismo en lo otro, una visualización del mundo que es totalmente encarnada y subjetiva, si no abstracta
cuando menos distorsionada por la distancia y los afectos que le son únicos.

Tomo lo que encuentro presenta un cuerpo de obra que en la confianza que pone en la mecánica del
encuentro se deja desfigurar en cadáver exquisito, re-animado por la experiencia y la pura casualidad.
Estas pinturas y esculturas desarrollaron su forma a partir de los recursos encontrados en lo nuevo, en
aquello que excedía el límite de lo familiar y lo complaciente. La transgresión de ese límite se adorna
aquí de lo doméstico — una configuración de marginalidad que hace recordar al camp, descrito por
Susan Sontag como ‘la teatralización de la experiencia’. ¿Y qué son los interiores alucinados de Tobías si
no la teatralización de la vida diaria? Sus imágenes transforman la decoración hogareña en un
maximalismo que barre hacia sí su afición por el artificio y el firulete, la consistencia de la sexualidad sin
pretensiones, la mirada amplia ante lo nuevo y la liminalidad de una práctica que se desenvuelve en una
bidimensionalidad extraña, en la que las imágenes tienen masa y sombra.

¿Es ésta una domesticidad antinatural? Sin unidades familiares tradicionales pero reventando de
placer, texturas y delirio, ¿o es solamente el ritmo siempre-cambiante de la vida? La constante antiestructura del ensamblaje, un apilamiento de cosas — cuerpos, triques, caricias y sentires — que
sugieren la forma del lugar del que venimos y que guiñan hacia lo que podría venir, ese guiño coqueto
que nos mantiene en el presente.

— Gaby Cepeda. CDMX.